Llega mi época preferida para preparar cremitas y sopas. ¡Me encantan las cenas ricas y ligeras! En mi caso son opción perfecta porque las tienes preparadas de antemano y no tienes que meterte en cocina para cenar como una reina.
Preparación
- Encender el horno a 200 grados.
- Pelar y lavar bien las cebollas. Una vez peladas, cortarlas en gajos grandes. Extenderlas en la bandeja forrada de horno junto a la mitad de las aromáticas, con una pizca de aceite de oliva virgen, sal y pimienta negra.
- Una vez esté todo bien mezclado, debéis taparla con más papel de hornear o bien con otra bandeja como es mi caso. Se trata de que forme algo de vapor y sobre todo que no se doren, pero que si se caramelicen con su propio azúcar.
- Deberemos tenerlas en el horno hasta que veáis que comienzan a caramelizar. Yo las tuve unos 40 minutos, pero el tiempo depende mucho del tamaño en que las cortéis y del tipo de cebolla que vayáis a utilizar.
- Mientras se va asando la cebolla, ponemos la leche con las aromáticas y la cabeza de ajo lavada y cortada por la mitad. Dejaremos que se haga a fuego lento hasta que comience a hervir. Apagamos y dejamos que el cazo que se infusionen todos los sabores.
- Cuando esté lista la cebolla, la sacamos, quitamos las ramitas de tomillo y salvia y junto con un poco de leche infusionada, la trituramos bien hasta que quede bien cremoso.
- Es entonces cuando sacamos del cazo los ajos y las aromáticas y vertemos la mezcla triturada. Movemos bien, añadimos la nata, la nuez moscada y dejamos que se haga todo junto durante unos 5-10 minutos a fuego lento.
- Probamos y rectificamos de sal si hiciera falta.
Emplatarla bonita y disfrutad de esta cremita tan rica.